No es una película, pero merece serlo. Es una historia de superación, perseverancia, amistad y amor. De orfandad, y del hallazgo de una nueva familia. De guerra, y también de paz. Es una historia real en que se muestra como una pequeña escuela puede cambiar completamente la vida de muchos jóvenes. Todo comienza en 2009 con la preocupación de tres pequeñas asociaciones burgalesas por la situación de la infancia en Costa de Marfil tras la guerra civil.
La región de Man, al oeste del país, fue la zona más castigada durante el conflicto armado. Tras varios viajes se comprobó que el panorama era completamente desolador, especialmente para la población más joven. Con el objetivo de crear un centro de formación para estos jóvenes castigados por la guerra, que no tenían ninguna esperanza de futuro, nace Proyecto Man. Este es un proyecto de Cercáfrica, una Asociación Cristiana de Cooperación al desarrollo que colabora con la asociación marfileña Jeunes Espoir D'Afrique (JEA).
La región de Man, al oeste del país, fue la zona más castigada durante el conflicto armado. Tras varios viajes se comprobó que el panorama era completamente desolador, especialmente para la población más joven. Con el objetivo de crear un centro de formación para estos jóvenes castigados por la guerra, que no tenían ninguna esperanza de futuro, nace Proyecto Man. Este es un proyecto de Cercáfrica, una Asociación Cristiana de Cooperación al desarrollo que colabora con la asociación marfileña Jeunes Espoir D'Afrique (JEA).
A principios de 2013, Paco Castillo y Annette Zingbé se mudan con sus tres hijos a un pequeño terreno de alquiler en Man, que cuenta con instalaciones suficientes para montar una modesta escuela. Ese mismo octubre llega la primera promoción de estudiantes: casi cincuenta jóvenes muy castigados por la guerra. En el mejor de los casos, sin medios para poder valerse por sí mismos. En el peor, maltratados por sus familias, huérfanos u obligados a servir como niños soldado.
El centro les abre un mundo de posibilidades. No tienen que estar continuamente preocupados por su seguridad personal, o por buscar qué comerán al día siguiente; en la escuela pueden comer tres veces al día y dormir bajo un techo. Reciben además apoyo emocional y espiritual, que les ayuda a seguir hacia delante con sus vidas a pesar de tener pasados tan complicados. Allí también se les ofrece algo con lo que muchos ni se atrevieron a soñar: un futuro. En el centro de Cercáfrica aprenden a leer y a escribir y se les proporciona, durante tres años, una formación profesional de calidad en los oficios relacionados con la construcción: albañilería, fontanería, electricidad, pintura, artesanía...
El centro les abre un mundo de posibilidades. No tienen que estar continuamente preocupados por su seguridad personal, o por buscar qué comerán al día siguiente; en la escuela pueden comer tres veces al día y dormir bajo un techo. Reciben además apoyo emocional y espiritual, que les ayuda a seguir hacia delante con sus vidas a pesar de tener pasados tan complicados. Allí también se les ofrece algo con lo que muchos ni se atrevieron a soñar: un futuro. En el centro de Cercáfrica aprenden a leer y a escribir y se les proporciona, durante tres años, una formación profesional de calidad en los oficios relacionados con la construcción: albañilería, fontanería, electricidad, pintura, artesanía...
En la actualidad (2019) el proyecto ha crecido notablemente. Varios antiguos alumnos permanecen en el centro como profesores, y hay lista de espera para poder estudiar allí. Además, también han empezado a admitir a chicas, que aprenden a tejer y coser y otras labores manuales. Gracias a pequeñas donaciones de particulares, organizaciones e iglesias españolas, la asociación ha podido comprar este mismo año un terreno propio. A día de hoy, han terminado la construcción de dos edificios de dormitorios y están levantando un centro multifuncional. Hace unos meses pudieron tener, por fin después de seis años, electricidad y agua corriente. Quienes allí estuvieron cuentan que fue un día muy emocionante para todos.
Gracias al centro de formación de Cercáfrica, que nació por la preocupación de unos pocos y sobre la base de una pedagogía centrada en el individuo, estos jóvenes han ganado mucho. Han ganado un futuro gracias a la posibilidad de estudiar y formarse. Han podido empezar a sanar sus heridas físicas y mentales. Han ganado amigos para toda la vida, y una familia que les apoyará siempre. Se les ha ofrecido una salvación. Esta historia no es una película pero, sin duda, merece serlo.
Jo, qué guay. Me ha encantado el enfoque que has dado a la entrada, enhorabuena.
ResponderEliminarMe encanta el enfoque tan diferente que le has dado a esta entrada, y que le sueles dar también a todo. Lo que cuentas aquí me parece increíble, y totalmente de acuerdo, por supuesto que merece ser hecha película. ¡Gracias por contar esta historia, Sarai!
ResponderEliminarHola Sarai,lo primero que quiero decirte es que me ha encantado encontrar esta entrada en tu blog. Y por supuesto, lo que más me gusta de todo es que NO ES UNA PELÍCULA. Creo que es de un ejemplo a seguir este tipo de educación tan completa, personal y centrada en el interés por los jóvenes que se da en la asociación que mencionas. Y también un tremendo aplauso a Paco, Anette y su familia, que de forma desinteresada lo dejan todo atrás para dar una nueva oportunidad a estos jóvenes que llevan tanto sufrimiento a sus espaldas.
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